Cuando en 2016 presentaron los tenis autoajustables de la película «Volver al futuro», siempre tuve enormes dudas sobre si eso era en realidad un ejemplo de innovación. Lo que no me queda la menor duda es que se tenía que anunciar con bombos y platillos, pues luego de haberse presentado por primera vez como un detalle de absoluto futurismo en 1989, cualquier cosa parecida a hacerlo realidad debería merecer un esfuerzo ilimitado de mercadotecnia. Al final, fueron 27 años para que eso se hiciera realidad.
Por mala fortuna, para los amantes de los Nike Mag, nombre con el que fueron lanzados, la hazaña tecnológica no fue lo que se esperaba, al menos en términos de mercado. No eran exactamente los mismos, pues no se ajustaban en el pie del usuario tal y como se muestra en la película y tampoco se produjeron en masa. Se dice que solo se subastaron 89 pares con el objetivo de recabar fondos para la Fundación Michael J. Fox para la Investigación del Parkinson.
Al analizar los hechos detrás de la comercialización de los zapatos Nike, se revela un enfoque estratégico dirigido a la construcción de una narrativa emocional y aspiracional alrededor de la marca. Si bien la tecnología y el diseño pueden desempeñar un papel crucial en la diferenciación del producto, es el arte de la mercadotecnia lo que impulsa su éxito en el mercado.
Más allá de la superficie de la innovación, se esconde una historia de estrategia empresarial astuta y poder de marca. En última instancia, esta comprensión nos invita a reflexionar sobre el verdadero significado de la innovación en un mundo impulsado por la mercadotecnia.
No solo son zapatos
De la icónica serie de películas dirigidas por Steven Spielberg, podemos destacar otros artículos que muchas personas sueñan con que salgan al mercado, pero cuyo futuro será seguramente como el de los tenis ajustables.
Por ejemplo, los skateboards flotantes también destacan entre los elementos más memorables de la película. La idea de una patineta que se desliza sobre el aire ha cautivado la imaginación de muchos fanáticos de la película.
Y fue también a mediados de la década de 2010 cuando parecía que esta fantasía se hacía realidad, con productos como los Hoverboards de las marcas Hendo, OMNI y Lexus. Todas con algún tipo de tecnología magnética.
Pero ninguno ha logrado prosperar. Al parecer, este capricho del mercado se podría cumplir, pero no con magnetismo, sino con rotores como los usados en los drones. Podría ser atractivo, pero no es exactamente la fantasía de millones de fans de Volver al Futuro.
Los autos voladores son otro aspecto futurista que ha generado gran interés. Aunque todavía no existen autos voladores como los que se muestran en la película, la idea de la movilidad aérea personal sigue vigente, pero además de la tecnología que haga volar autos, controlar el tráfico aéreo será seguro un tema que requerirá aún más tecnología de comunicación, algo que, con el Internet de las Cosas aplicado a ciudades inteligentes, comienza a dejar más clara su complejidad.
Y para finalizar este paseo por el futuro (que en realidad es un pasado y presente aún no posible), quisiera hablar de la utilización casi aleatoria de basura doméstica como combustible para automóviles, otro buen apunte de la película que seguro conquistó a más de un ambientalista. Si bien esto puede parecer una idea nada descabellada, encontrar formas innovadoras de aprovechar los desechos para generar energía propulsora para automóviles aún parece lejos de toda realidad.
La innovación es un asunto de mercado. Si bien, hay algunos esbozos de realidad relacionados con el desarrollo tecnológico de cada una de estas propuestas del creador de esta trilogía que se ha convertido casi en culto del séptimo arte, el mercado está muy lejos de tenerlos en sus manos. Y, como dicen los teóricos de la innovación, como Kaihan Krippendorff, Clayton Christensen o Joseph Schumpeter; sin efecto en el mercado, no hay innovación.