Estamos ya en el primer cuarto del siglo XXI, considerando el ambiente político, económico y social, me queda claro que el desarrollo del sector empresarial no debe basar su éxito solo en los balances financieros, sino que también debe considerar el impacto positivo que los negocios generan en su entorno social y ambiental.
Esto es cada vez más evidente con el crecimiento del impact investing, una tendencia que fusiona el éxito financiero con un propósito mayor: mejorar vidas y proteger el planeta.
El impact investing, o inversión de impacto, es una estrategia de inversión que busca generar un retorno financiero junto con un impacto positivo en lo social y medioambiental. A diferencia de la filantropía, que solo persigue objetivos sociales, y de la inversión tradicional, centrada exclusivamente en la rentabilidad económica, el impact investing se sitúa en un punto intermedio, integrando ambos objetivos.
Involucra la provisión de capital a empresas sociales y proyectos sostenibles con modelos de negocio que pueden replicarse y mantenerse económicamente, permitiendo a los inversionistas contribuir a la solución de problemáticas como el cambio climático, la pobreza y la falta de acceso a servicios básicos mientras obtienen beneficios financieros
En el caso de México, aún queda un largo camino por recorrer, pues el compromiso social y ambiental a menudo sigue siendo percibido como una carga o un costo, en lugar de una oportunidad y un diferencial competitivo. Por ello, es momento de replantearnos el modelo de negocio hacia un enfoque más comprometido con el propósito social.
Para entender mejor el cambio necesario, imaginemos el caso ideal: una economía mexicana donde las empresas de todos los tamaños (desde las multinacionales hasta los pequeños emprendimientos) adopten modelos de negocio con propósito. Esto implica que cada inversión, cada iniciativa y cada decisión corporativa esté orientada no solo al crecimiento económico, sino también a generar beneficios tangibles para su entorno.
¿Por qué es necesario el cambio?
En primer lugar, la orientación hacia una cultura empresarial con propósito responde a una urgencia: el mundo enfrenta retos ambientales y sociales sin precedentes. Desde el cambio climático hasta la desigualdad económica, las empresas tienen una responsabilidad compartida en la búsqueda de soluciones.
La inversión de impacto y el emprendedurismo con propósito permiten a las empresas no solo contribuir, sino liderar el cambio hacia un modelo sostenible, mientras que aprovechan oportunidades de negocio emergentes.
El cambio de paradigma resulta relevante en México, un país donde la desigualdad y los retos con ecosistema, tales como la escasez de agua y la deforestación, afectan directamente el bienestar y el desarrollo. Si las empresas mexicanas adoptaran este enfoque, podrían generar un impacto positivo en sus comunidades y, al mismo tiempo, mejorar sus resultados financieros a largo plazo.
En lugar de ver el compromiso social y ambiental como un costo, deberían considerarlo como una inversión en resiliencia y en la sostenibilidad de sus operaciones.
La adopción de modelos de negocio con propósito ya ha mostrado su potencial en diferentes sectores de América Latina. Un ejemplo claro es el de New Ventures México, una aceleradora que promueve empresas con impacto social y ambiental positivo. Este programa ha impulsado más de 600 empresas en mercados emergentes, demostrando que los negocios con propósito no solo son viables, sino que pueden generar retornos atractivos para los inversores.
Otro caso para destacar es el de Adobe Capital, un fondo de inversión dedicado a empresas en crecimiento que generan un impacto positivo en comunidades desfavorecidas. Con una estrategia de inversión de impacto, Adobe Capital ha demostrado que es posible lograr rentabilidad mientras se crean empleos, se reduce la pobreza y se fomentan prácticas sostenibles.
Casos como estos deberían servir como referencia para los empresarios mexicanos, mostrando que el modelo de negocio con propósito no es solo una moda, sino una vía real para generar valor compartido.
El caso ideal para México
Para llevar a cabo un cambio profundo en la cultura empresarial, es necesario que tanto empresarios como inversionistas adopten un modelo de negocio que tenga como eje el propósito social. En el caso ideal, todas las empresas en México tendrían una misión clara que va más allá del crecimiento económico. Esta misión se basaría en principios de sostenibilidad, responsabilidad social y equidad.
Imaginemos que, en este escenario, una empresa mexicana de manufactura decide hacer cambios radicales en sus procesos de producción para reducir la huella de carbono y mejorar las condiciones laborales de sus empleados.
Estos cambios requerirían tener también repercusión en su cadena de valor, pues tanto clientes como proveedores, deberían alinearse a ciertas políticas y estándares que aseguren que no se generen cuellos de botella externos, lo que podría hacer que sus esfuerzos fueran incipientes.
Las inversiones de impacto deberán estar sustentadas con alianzas y colaboración con organismos no gubernamentales que ayuden a promover políticas públicas orientadas a incentivar que los empresarios desarrollen estas iniciativas en conjunto, a partir de modelos de redes. Hablo de posibles beneficios fiscales, apoyos en capacitación e incluso de reconversión tecnológica.
Al actuar en conjunto, y con más voces hablando en este mismo sentido, se podrían eliminar las barreras actuales, tales como la falta de educación financiera en términos de inversión de impacto, la sensibilización sobre la importancia de generar modelos sustentables y la capacitación en todos los niveles, tanto directivo como en el nivel de operaciones y procesos. Asimismo, se deberían desarrollar campañas que exhorten a los consumidores a apoyar empresas comprometidas con causas sociales.
Debemos reconocer que un desafío de gran peso es el escepticismo ante la efectividad de los modelos con propósito. Algunos empresarios creen que las inversiones de impacto solo son viables en grandes multinacionales o sectores específicos. Sin embargo, la realidad es que el compromiso social puede ser una ventaja competitiva para empresas de todos los tamaños y sectores.
En México, el cambio hacia una cultura empresarial con propósito no solo es posible, sino que es una oportunidad que puede transformar el país. Y no es una utopía, pero es necesario tocar la consciencia de más y más empresarios que generen una inercia de cambio en el sector empresarial.
Estoy seguro de que esta tendencia seguirá creciendo su nivel de influencia en nuevos empresarios y directivos, pero más allá de ello, debemos reconocerlo como una necesidad. La necesidad de crear una nueva mentalidad en la que se valore el despliegue de un aparato productivo más justo, equitativo y sostenible.