Son dos factores los que, de alguna manera, podríamos pensar que abrieron esta oportunidad. Primero, el desabasto de semiconductores luego de la interrupción de las cadenas de suministro en todo el mundo. Segundo, la preocupación por la concentración de centros productivos en lugares remotos ante la ya declarada guerra comercial entre Estados Unidos y China. Y, podríamos sumar un tercero, que tiene que ver con la inestabilidad geopolítica que se está viviendo en Asia menor (el creciente conflicto israelí), Europa oriental (la ya prolongada guerra entre Rusia y Ucrania) y el pacífico asiático (las constantes amenazas en torno a Taiwán y las dos Coreas); por mencionar los que están generando mayor impacto en los medios. Todo ello, representa una amenaza latente para el libre flujo de mercancías en el globo.
Lo anterior hace evidente que, desde hace algunos años, atestiguamos un ajuste hegemónico político, económico y también social, que obliga necesariamente a repensar en las cadenas productivas según el concepto de Aldea Global que nos habíamos planteado sobre todo a partir del arribo de las tecnologías de Internet, que acortaron las distancias para los corporativos con sus centros de operación y de producción en el planeta.
Todo lo anterior ha generado también ajustes que abren oportunidades para quien las sepa leer. La producción de semiconductores es una de ellas. La concentración de fábricas de chips en Taiwán es visto hoy por tanto como una amenaza de interrupción de este insumo hoy fundamental. Prácticamente todas las industrias requieren de estos diminutos componentes: aeroespacial, aeronáutica, médica, automotriz, electrodomésticos, juguetes, electrónicos y fabricación de maquinaria; solo por mencionar las que me vienen a la cabeza en este momento.
La idea entonces será abrir plantas que puedan abastecer las regiones productivas de manera local, es decir, dentro de la misma región económica. Para la zona del T-MEC, esto significa establecer plantas de semiconductores en Canadá, Estados Unidos o, desde luego, México.
Para colocar una planta de semiconductores es necesario contemplar inversiones multimillonarias. La infraestructura y la tecnología que requiere este tipo de instalaciones están en constante evolución, debido a la complejidad de los procesos de fabricación.
Un reporte reciente estima que el costo de una planta moderna puede superar fácilmente los $10,000 millones de dólares. Esto se debe a los materiales altamente especializados, la maquinaria de última generación y el entorno controlado que requieren para mantener niveles de precisión casi absolutos en la manufactura de chips.
Además, las plantas de semiconductores dependen de una cadena de suministro compleja que incluye desde insumos como silicio y gases hasta equipos avanzados de litografía.
El estado de Texas ha tomado la delantera en la atracción de estas inversiones, con múltiples proyectos de compañías globales como Samsung, que anunció una inversión de $17,000 millones de dólares para establecer una planta en Taylor, Texas. La elección de Texas no es casual; su proximidad a importantes centros de manufactura y su red de energía confiable lo hacen un lugar estratégico.
Sin embargo, la posibilidad de que México atraiga este tipo de inversiones también está sobre la mesa, especialmente por su papel dentro del T-MEC y su cercanía con las grandes industrias automotrices y de electrónica de consumo que operan en el país.
En México, se pueden considerar plantas de manufactura de semiconductores en diversos niveles de complejidad. Desde la producción de componentes electrónicos derivados, como los chips para sistemas automotrices, hasta la creación de plantas que manufacturen productos de electrónica avanzada. El Bajío y la frontera norte podrían ser zonas clave para este tipo de inversiones debido a su infraestructura industrial y a su creciente especialización en la fabricación avanzada.
Esto abre una ventana de oportunidad para la manufactura electrónica en México, especialmente para componentes con electrónica agregada. Sectores como el automotriz, que cada vez dependen más de la integración de sistemas electrónicos en sus productos, verán en esta tendencia una oportunidad para desarrollar y producir localmente estos componentes.
Las empresas de electrodomésticos y tecnología médica, que también requieren de semiconductores, podrían buscar integrarse en esta cadena de suministro regional, lo que impulsaría aún más la economía local.
En términos de mano de obra, la demanda será elevada no solo para técnicos e ingenieros especializados en el manejo de los procesos de fabricación de semiconductores, sino también para profesionales en áreas como investigación y desarrollo. La creación de estos empleos implicará una colaboración cercana entre el sector industrial y las universidades, lo que a su vez podría impulsar la oferta educativa en tecnologías de alta precisión.
A pesar de la incertidumbre que afecta tanto a la economía global como a la nacional, no podemos ignorar que estas oportunidades están ahí para quien sepa aprovecharlas. El panorama es desafiante, sin duda, con la inflación, las tensiones geopolíticas y las disrupciones en las cadenas de suministro. Sin embargo, la adaptación y la flexibilidad serán las claves para aquellos que deseen mantenerse competitivos en el contexto actual. Como suele decirse en tiempos de crisis, no es solo cuestión de sobrevivir, sino de prosperar mediante la transformación y la innovación.