Con el descubrimiento de importantes yacimientos de litio en México, específicamente en las regiones norte y noroeste, ha surgido una álgida y necesaria discusión en torno a los pros y contras de los modelos de explotación de dicho mineral. Incluso el gobierno mexicano emitió un nuevo decreto con el que se pretende que sea el Estado el que gestione y regule los procesos de extracción y también, en un futuro, la cadena de valor relativa a los productos a base de litio, como las baterías. La discusión se ha intensificado a tal grado que muy probablemente lleve a la revisión del acuerdo comercial que México tienen con Estados Unidos en materia energética.
Pero mi intención no es hablar de política, sino del sentido o contrasentido que podría tener el litio en el papel de las tecnologías de la información, la movilidad y, desde luego, el medio ambiente.
La caja de energía
La importancia del litio, como hoy es bien sabido, radica en su capacidad para almacenar energía eléctrica, lo que lo convierte en un material fundamental en la fabricación de baterías. Más aún, en la industria automotriz, el proceso de conversión de la combustión interna a la electricidad ha causado revuelo en la demanda, convirtiéndolo en uno de los minerales con mayor especulación en los mercados bursátiles y cuya extracción se prevé aumenté de manera considerable en los próximos años.
La electrificación de los automóviles tiene dos aristas: la sustentabilidad ambiental; y la movilidad y un alto contenido de componentes electrónicos y sistemas de información. Los automóviles, según la visión de Elon Musk al referirse al modelo S de Tesla, serán computadoras con ruedas.
El gran dilema del litio podría radicar en su origen, es decir, en su extracción. Para producir una batería se requieren aproximadamente 8 kilos de litio, 35 de níquel y 14 de cobalto, lo que significa que por cada tonelada de litio se producirían apenas 125 baterías. Para producir 3 millones de autos, cantidad que se fabrican actualmente en México, suponiendo que sean todos eléctricos (algo que aún está muy lejano), se requerirían entonces 24 mil toneladas de litio. Y para producir una tonelada de litio se requieren más de 1,500 millones de litros de agua. Por lo tanto, para producir 3 millones de autos eléctricos en el país, se requerirían casi 5 millones de millones de litros de agua al año.
Viabilidad y mercado
Sé que los cálculos pueden ser diferentes y que probablemente (o idealmente) deberán surgir nuevas tecnologías que faciliten la extracción del mineral, e incluso economicen su uso en las baterías para los autos eléctricos.
Destacan también otros temas, como los procesos de generación de energía y la reutilización o reciclaje de las baterías. Ambos, temas también polémicos y donde las tecnologías de la información serán clave para asegurar e incrementar su eficiencia a fin de optimizar los costos y reducir los riesgos para el medio ambiente.
Es seguro que en los próximos años veamos avances tecnológicos en torno a la extracción y utilización del litio para la fabricación de baterías, tanto de automóviles como de todo tipo de dispositivos electrónicos relacionado con la transformación digital de las empresas y de la sociedad. Será un debate permanente entre el cuidado ambiental y el bienestar de la sociedad. La tecnología de la información es el marco de una nueva era de la humanidad que apenas comienza. El litio es clave en este entorno y se requerirá una iniciativa privada comprometida, así como un Estado verdaderamente consciente que equilibre y regule los riesgos y los beneficios.